Jueves 21 de Noviembre de 2024

EL BIENESTAR EN LOS AMBIENTES DE APRENDIZAJE

Las instalaciones artísticas lúdicas performativas

EL BIENESTAR EN LOS AMBIENTES DE APRENDIZAJE

Las instalaciones artísticas lúdicas performativas

 

En la práctica clínica, el juego y el universo artístico resultan una vía pertinente para el diagnóstico y las intervenciones terapéuticas puesto que favorecen mediante instancias de producciones creativas que dejan efecto de autoría, la dinamización en las formas de enseñar y de aprender que por su rigidez y/o sobreadaptación –entre otras razones que derivan de la neurodiversidad de cada estudiante– producen inhibiciones o empobrecimientos en su producción.

En este abordaje, que surge de más de dos décadas de investigación en la región desde la práctica clínica (Porello, 2012; 2019), aparece la preocupación por los niños y niñas que tienen problemas de aprendizaje con riesgo de fracasar escolar y socialmente, motivo que lleva a tomar la decisión de salir del consultorio y colaborar en la transformación de algunas concepciones educativas que impiden mirarlos desde una perspectiva integral que rescate lo singular de cada uno y desde ahí se apueste a su futuro diseñando trayectorias personalizadas. Así se identifica a la capacidad creativa como un indicador que aparece comprometido en los niños y niñas con dificultades de aprendizaje y esto lleva a indagar y cuestionar el lugar del arte, el juego y el diálogo en el ámbito educativo lo que permitió detectar la escasa presencia del arte y del tiempo de juego en las escuelas de la región suroeste de la Provincia de Córdoba. 

La carencia de espacios culturales y las grandes distancias a los centros urbanos que sí cuentan con ellos, complejizan la accesibilidad a las propuestas existentes. Esto conduce a pensar la práctica psicopedagógica por fuera del consultorio, diseñar estrategias de prevención primaria y promoción de experiencias educativas basadas en el juego y el universo artístico.

Dichas intervenciones no solo cumplen con la misión de democratizar los bienes culturales, sino que también fomentan un abordaje interdisciplinario que permiten atender a la necesidad de otorgar un lugar diferente a la creatividad, al juego y al arte en el ámbito escolar como promotores del desarrollo integral de los estudiantes, en tanto es un lugar privilegiado para reflexionar sobre el aprendizaje que transforma, que subjetiva; razón por la cual es necesario alertar sobre el riesgo de que la educación artística y el juego tengan un lugar periférico en los proyectos educativos. Sin embargo, la clave radica en el cómo se suscitan este tipo de prácticas educativas y culturales, en qué condiciones se busca promover experiencias integrales e inclusivas. Es así que se propone juego artístico, como un dispositivo que  está validado en la continua línea de investigación educativa que sostengo en la región, donde se analizan las condiciones para que esto suceda y que supone un educador que pueda jugar y crear a partir de una formación pertinente; y que diseñe sus prácticas poniendo la lupa sobre las condiciones ambientales necesarias para que puedan desplegarse los diversos procesos de producción simbólica que se ponen en juego en la creaciones artísticas, pero que son las mismas que se requieren en  las producciones científicas, espirituales.

 Es necesario, que los educadores comprendan de qué modo, en qué condiciones y por qué, la capacidad creativa resulta fundamental para que se desplieguen aprendizajes significativos subjetivantes, que si bien se asocian al arte y al juego son esencia de todo aprendizaje humano, es decir, de todos los ámbitos del conocimiento y convierten a la creatividad en la capacidad necesaria y fundamental que se pone en juego en todas las actividades cotidianas desde las más simples a las más complejas. Puesto que la creatividad es la actividad combinatoria (que no admite divisiones o categorizaciones ya que siempre es emocional, social y cognitiva) supone una vinculación con la cultura de manera integral, donde la cultura es apropiada y deja en el sujeto efectos de autoría; por lo que refuerza sus procesos de individuación y el fortalecimiento de su identidad. 

Gracias a los avances científicos con los que se cuenta y a las transformaciones culturales que caracterizan la sociedad del conocimiento, el arte ofrece la oportunidad y la necesidad de que la escuela se sienta interpelada a revisar su lugar periférico y sus pluripotencialidades. Hoy, más que nunca, aparece su capacidad de transgredir fronteras disciplinares poniendo en evidencia su potencia para entrar en la escuela y –si no cae en el didactismo– colaborar con su apertura al mundo mediante experiencias integrales. Esto favorecería una escuela abierta a la innovación y especialmente a la formación de estudiantes críticos y creativos, capaces de reflexionar sobre lo que el universo artístico visibiliza y oculta; así como también, a que –desde una perspectiva humanista– aliente a la investigación, al estudio y al disfrute de las experiencias culturales como un camino para descubrir modos de crear un mundo más justo. 

 La Educación Artística ofrece oportunidades para tomar conciencia sobre la capacidad creativa y crítica que todos disponemos y que es necesario hacerlas propias para favorecer el fortalecimiento de la identidad de los educadores, estudiantes y sus familias, que siempre está en relación con la comunidad a la que pertenecen. Esto requiere de un educador que esté atento a las ofertas culturales disponibles, oportunidades que se ven multiplicadas por la virtualidad, y que sea un sujeto que esté disponible a jugar y crear de manera tal que pueda generar las condiciones ambientales saludables que promuevan los derechos culturales, educativos y de salud en las infancias.

De los resultados y conclusiones de investigaciones recientes (Porello, 2022; 2019; 2012) se sostiene que el juego artístico ofrece una matriz saludable de vinculación con la cultura y los otros, que permite avanzar hacia una educación integral e inclusiva en la medida que visibiliza las condiciones en las que debe generarse y desplegarse el encuentro educativo para que repercuta en el bienestar de los sujetos. En este sentido y desde un abordaje desde la complejidad, el juego artístico es una experiencia cultural un dispositivo (Zerbino, 2007) educativo que promueve un espacio transicional (Winnicott, 1996) de pura despreocupación por el entorno, donde el sujeto se entrega a su propio juego y lo comparte con otros. Esta despreocupación sobre el entorno, es la confianza en las condiciones ambientales que ofrecen la seguridad de compartir lo propio sin riesgo de ser evaluado, calificado, juzgado, criticado o agredido; sino más bien sostenido y animado a ser valorado y respetado en sus diferencias de interpretación como las de su modo de hacer, lo que implica recíprocamente estas reglas de intercambio con todos y cada uno con quienes comparte la experiencia y es la base del bienestar.

Estas condiciones ambientales repercuten positivamente en la confianza en sí mismo y propicia el desarrollo de las capacidades de los niños y niñas desde una perspectiva integral, es decir, subjetivante, que deja en él efectos de autoría (Álvarez, 2004; Schlemenson, y Grunin, 2013), lo que supone que el educador sostenga un espacio de encuentro con un objeto cultural (Winnicott, 1996; Vigotsky, 2003) y los otros con un modo de interactuar que desde la confianza, la cooperación y las conductas prosociales (Garaigordobil, 2005) favorecen  aprender a vivir en sociedad. 

El juego artístico como diada promueve experiencias subjetivantes en la medida que suscita una experiencia suplementaria (Rodulfo, 2008), de intimidad-alteridad (Larrosa y Skliar, 2013), subjetiva-intersubjetiva y dialógica-creadora (Oberta,2016) en la que se visibilizan los procesos de producción simbólica puestos en juego en la misma.

Al respetar su complejidad (Guyot,2016) se pueden identificar las capacidades de manera intrincadas en la medida que se prioriza la mirada sobre procesos interpretativos vinculados al encuentro con la obra de arte, entendida ésta como objeto transicional (Winnicott,1996). De ahí que este encuentro con los otros es una zona de superposiciones de áreas transicionales donde el objeto cultural no le pertenece a nadie y se visibiliza en el tiempo de Debate–Diálogo de cada juego. Esto permite a los sujetos aprender sobre la capacidad creadora, aquella que deja en los sujetos el efecto de autoría (Winnicott, 1996; Vigotsky,2003) y así, avanzar hacia la comprensión de las diferencias como rasgo eminentemente humano y el derecho de todo sujeto de hacerla propia (Dewey, 2008).

Entonces la escuela podrá valerse de las instalaciones artísticas lúdicas performativas en la medida que el tipo de experiencia que suscitan supone un encuentro donde ningún participante quede indiferente, porque el juego artístico es un espacio sanador donde la libertad, asociada a la creatividad, el deseo y la autoría se conjugan y ponen en escena los malestares, las angustias, los miedos, pero también los sueños, los deseos y la ilusión que anidan en la subjetividad de cada niño niña. El bienestar integra el malestar y para esto se requiere una educación comprometida en este sentido.

Educar y promover un tipo de convivencia cooperativa y respetuosa de las diferencias supone que de manera sistemática y frecuente se le ofrezcan tanto a los niños y niñas como a sus familias, experiencias integrales que promuevan el bienestar y que les permita comprender y aprender modos de interacción placenteros que repercutan subjetiva e intersubjetivamente de manera positiva o saludable.  

Para ello se cuenta con un dispositivo validado en investigaciones (Porello, 2022; 2012) que permite contar en la región con un antecedente que promueve el desarrollo integral de los estudiantes, tiene un carácter preventivo y terapéutico en la medida que busca prevenir las problemáticas de aprendizaje que ponen en riesgo a los estudiantes de fracasar escolar y socialmente y reducir las violencias escolares (exclusión por accesibilidad, bullying, de género…). Los resultados señalan que repercute de manera positiva se despliegan las habilidades emocionales, sociales y creativas de los estudiantes, se reducen las conductas agresivas y mejora el bienestar psicológico de individual y social, logrando un aumento del bienestar en la convivencia escolar. Este dispositivo cuenta con una estructura y una metodología lo suficientemente flexible para ser apropiada por cada institución educativa, con constantes (tiempo, duración, estructura de los talleres, de juegos artísticos, recursos para la evaluación del proceso del programa y de todos y cada uno de los estudiantes, criterios de intervención del educador, materiales para implementarlo en cada grupo). Los resultados confirman que las instalaciones artísticas lúdicas performativas ofrecen una metodología cuya matriz permite diseñar ambientes saludables de aprendizajes.

El arte es una experiencia cultural que suscita aprendizajes subjetivantes en la medida que se generen condiciones saludables que repercuten el bienestar de todos y cada uno de los que participan de la experiencia educativa. Entendidas como ciertas regularidades que enmarcan de manera estable y sistemáticas las condiciones del encuentro con lo novedoso, la ficción, la alegría, la libertad y la inspiración presente en todo juego, enmarcadas en reglas de convivencia cooperativas y respetuosas de todos y cada uno de los participantes. Donde el saber no es de nadie y circula entre todos y cada uno. Donde se parte de las diferencias como rasgo eminentemente humano, como lo es el deseo de estar con otros y en esa necesidad de aprender a vivir juntos, el arte tiene mucho por ofrecer. 

Si se enmarca el encuentro con estas reglas que promueven conductas prosociales y donde los encuentros tienen un sentido conocidos por todos y es el educador el encargado de velar para que esas condiciones se sostengan en el tiempo, esto genera un clima socioemocional que favorece un encuentro íntimo con la obra y los otros, los pares y la figura del educador que a modo de un artista performático, no sólo ha diseñado el espacio a modo de una instalación, sino que también él genera, improvisa, convoca a los  espectadores a ser parte co creadores de una obra colectiva que se despliega mientras se concreta. Esto permite a todos y cada uno de los sujetos ponerse en juego gracias a la capacidad creativa y así transformarse a partir de lo que el objeto cultural les aporta y los diferencia e iguala con los demás. Estas experiencias integrales ofrecen una matriz saludable, un modo de vincularse con los demás y con la cultural lo que repercute en el bienestar psicológico individual y social.

Se destaca entonces que la Educación Artística tiene la oportunidad, tanto desde la normativa vigente como desde los antecedentes científicos, de transformar la escuela en la medida que puede colaborar en repensar las prácticas educativas que estén centradas en el aprendizaje subjetivante, lo que supone un abordaje interdisciplinar que parta de las pluripotencialidades del arte y de su capacidad para diseñar experiencias culturales que interpelen a las instituciones, las familias y los estudiantes desde las condiciones de bienestar que esto supone. 

La instalación artística lúdica performática es un dispositivo eficaz que permite desde la investigación educativa, repensar las prácticas educativas para avanzar hacia la revisión del lugar de la Educación Artística  y el juego en la escuela como analizador del siglo XXI (Muiños de Britos, (2010), la comprensión de las diferencias, el espacio escolar, la democratización de la capacidad creativa, puesto que esta es la capacidad fundamental que permite transformar las realidades personales y de toda la comunidad con un sentido de mayor justicia social.  

La potencia que tiene diseñar las experiencias como instalaciones artísticas lúdicas performativas, que se evidencia en los resultados de la investigación compartida, van en el mismo sentido de otras que proponen esta metodología para repensar crítica y creativamente los espacios escolares ya que son parte condicionante y fundamental de las prácticas educativas (López-Martínez & Moreno, 2019). Esta modalidad ofrece una forma de actuar sobre ellos y transformarlos de modo tal que favorezcan la sorpresa, la alegría, la accesibilidad y el bienestar de los estudiantes. Es desde el diseño de las condiciones ambientales del aprendizaje que se potencia o no, la integralidad de la experiencia educativa y la inclusión de todos y cada uno de los estudiantes, para lo cual se requiere de un educador que promueva un clima socio afectivo armonioso que favorece un estilo de interacción humana estructurada a partir de relaciones de ayuda y cooperación y que evite cualquier tipo de conducta agresiva. Para esto el juego artístico se convierte en un dispositivo eficaz que propicia la emergencia y la comprensión de las diferencias como el rasgo eminentemente humano y desafía a aprender a hacer juntos de manera respetuosa y dialógica.    

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